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viernes, 15 de mayo de 2015

LAS MADRUGADAS

Me sorprende la peculiaridad de las madrugadas. Ninguna es igual. Me llaman mucho la atención, sobre todo porque se suelen recordar, y las cosas que se recuerdan es porque han sido muy gratas o muy amargas. Hay madrugadas de fiesta, madrugadas de insomnio, madrugadas de euforia, madrugadas fugaces, de esas que ni se sienten ni se notan, y hay madrugadas como la de hoy. Las peores de todas, las que no se olvidan de ti, ni tú de ellas, que rebotan y aparecen de repente, que destrozan nuestro cuerpo y nuestra mente.

Como si el peor tsunami se llevara por delante el mejor paraíso. Tu paraíso, tu cielo, tus ganas, tus fuerzas y dejara rabia. Rabia por lo que arrasó, lo que tanto costó construir, lo que nunca dejé de vivir, lo que siempre me hizo feliz.
Y como si, encima, te sintieras culpable. Por no haberlo cuidado, por no haberlo protegido de imprevistos, por no haberlo disfrutado aunque hubiese sido un poquito más.

“Recuerdo cuando desde esta ventana veíamos el jardín, ella y yo” Y es que, no sólo se llevó mi hogar, también se la llevó a ella, que formaba parte imprescindible de mi hogar. Mi media vida. Y la busco todavía, en sueños y en lugares que recuerdan a su amor y compañía.

Porque esto va de dar y recibir. Como bien dice el refrán, “el que se pone a dar, se pone a recibir”. Recibir palos, recibir gratitud, recibir todo tipo de sentimientos y emociones, sean del tipo que sean. Y también de dar, exactamente lo mismo. Por eso, prefiero entregarme de lleno a la batalla. Prefiero luchar, vencerme y vengar  todo lo que no haya podido superar. Y arriesgarme a nada. Y perderlo todo.
Así, un día, tal vez podremos decir que fuimos valientes. Que nos atrevimos, por eso fuimos héroes. Que hubo cobardes que decidieron no enfrentarse a esta vida. Se fueron desprendiendo de sus sueños, los enterraron bajo suelo. Y nosotros lo dimos todo, con nuestro pudor en el tiempo y nuestro corazón en el cielo. Victoriosos, con la mirada hacia el frente o hacia arriba, nunca abajo, siempre en alto.

Y dudamos de nosotros, como duda el león cuando ataca, como duda ese cáncer que mata. Pero no hubo nada más fuerte que las ganas de vencer, de volver a enfrentarnos después de perder.
Y subimos y bajamos, dimos y recibimos, pero lo importante es que ahí estuvimos.





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