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miércoles, 18 de febrero de 2015

en línea; escribiendo…

Eso era lo que esperaba. Lo que, mirando fijamente, podía estar esperando durante más de media hora. Y es que te estabas convirtiendo en obsesión, te estabas convirtiendo en mi prisión. Qué tonto yo que circundando mi teléfono pasaba las horas esperando tu señal, tu despertar, tu regresar. Tú de eso no sabes nada, como tampoco sabes lo que me costó olvidar, las veces que me tuve que caer y volverme a levantar. Y tampoco sabes que después de tanto tiempo aún estás, y no te vas, o no te quieres ir.

Quise definir lo que tuvimos en una sola palabra. Sí, en una única palabra. Y quería hacerlo así para que ocupara menos espacio. Para que dejara sitio a algo nuevo y, ahí simplemente, dejar un acceso directo que recordara que estuvo y dejó huella, pero que en su interior ya no hay contenido, está vacío, hueco por dentro y listo para ser de nuevo recubierto. La única palabra que encontré o la única que me salió fue: MÁGICO. Sólo hay que quitar una letra y poner dos para darle completamente la vuelta a la tortilla y tener otra palabra con un significado completamente distinto, TRÁGICO. Y qué fácil pasar de una palabra a otra, igual que pasar del amor al odio, lo mismo que de ser algo mágico a ser algo trágico. Y así se convirtió esto.

Pero no fue de la noche a la mañana, fue algo casi imperceptible, impalpable, que no se percibía, pero sí que se notaba; que no se olía, pero sí que apestaba; que yo no quería, ni tú tampoco. Algo doloroso, como perder por culpa del árbitro, como dejar al azar con la duda, como perder de un plumazo una fortuna.

Me quedé con la misma cara de tonto que el niño que suplica a su padre un globo y lo consigue. La de cosas que se imagina que va a vivir con él, la de veces que se dicen: hasta el final. Y de repente, en un abrir y cerrar de ojos, en un abrir y cerrar de dedos, adiós globo. Adiós ilusión. Adiós a nuestros planes. Adiós promesas. Adiós tú y yo. Adiós, mi amor.

Algo tan volátil como el globo de un niño es una relación de dos adultos, o de dos adolescentes, o de lo que sea que se pueda llamar relación. Y no sólo la relación de pareja, sino también la relación de amistad, de familia, toda relación que vamos creando en torno a nuestro entorno. 

Por eso, conservémoslas, protejámoslas y, cuando ya no quede más remedio y sólo cuando ya no lo haya, abandonémoslas.

Y mientras escribo esto, espero tu escribiendo… tu en línea; tu queriendo…

RC.



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