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martes, 29 de septiembre de 2015

Por mí y por todos mis compañeros

Por mí y por todos mis compañeros. A veces necesitas volver a leer algo para acordarte que no hace mucho tiempo no parabas de repetirlo. Algo así como ese encuentro que temes que se de con tu ex y finalmente no se da y que acaba dándose cuando menos te lo esperas.

A todos nos viene bien pasar por un colegio de vez en cuando, para ver que no hace mucho nos bastaba con muy poco para ser "el más mejor".

Ocurre un problema. Algo determinante. Muchos pasamos por un colegio pero rara vez no paramos. Nos basta con echar una mirada en general, recordar nuestros años y si tenemos suerte, ver nuestro antiguo colegio y algún lugar donde pasó algo importante.

Pero quién se para, acaba entendiendo algo fundamental, básico y contagioso. Sí, no es porque yo hoy lo diga, es porque la gente acaba entendiendo que es necesario.

Quien se para, quien se fija, acaba encontrando la respuesta a su problema. La solución a su ecuación.

Puede que sea mera casualidad, pero quién se detiene en un colegio acaba centrándose en aquel grupo de niños que juega al escondite.

Primero se fija en el que cuenta. 7,8,9,10,12... Quién no lo ha hecho alguna vez eh? Y es que en esto de la vida, a veces te toca contar, esperar, incluso hacer trampas para que llegue el momento, tú momento.

Luego se fija en todos aquellos que se esconden. Un montón de niños que llenos de ilusión buscan esconderse en el mejor sitio para alcanzar la gloria, una gloria que se evapora con el tiempo pero que es eterna en ese momento.

El juego empieza y... sí, aunque suene feo, unos pierden y son vistos y otros ganan y se salvan. Hay gente que asume el fracaso como parte de su vida y otros que ganan, a veces mucho, pero nadie se fija en ellos porque el camino correcto ya estaba hecho.

Y justo cuando crees que la partida ya ha terminado y te dispones a irte... Comienzas a oír a la multitud jadear como si no hubiera mañana. Un niño o una niña aparece de la nada, corriendo a la velocidad de la luz para en un final apasionante contra el que estaba contando, gritar esa frase que te sigue sorprendiendo a pesar de tu edad:

POR MÍ Y POR TODOS MIS COMPAÑEROS.

Y te vas, convencido de que la vida tiene días malos y buenos, pero que cada día hay que afrontarlo como si fuese el último "escondite" de la misma.

Atrás queda la polémica de si los niños se pusieron de acuerdo en quién llego antes, si fue justo o injusto, si el que contaba lo hizo bien... Y así un sinfín de episodios que van pasando sin apenas darte cuenta.

La gente crece y se olvida de jugar al escondite, de perseguir sus sueños. Y si en algún momento lo hacen, se apoyan en el alcohol para perderse, en la suerte para encontrarse y en el destino para equivocarse. Otros juegan para simplemente ganar. Suelen ser los mismos que ganaban de pequeños y por inercia siguen así.

Y luego están los que a pesar de crecer, siguen jugando al escondite, sigue viviendo al límite. Son aquellos que desde pequeños contaban para salvarse y poder hacer lo que quisieran con sus vidas. Y son aquellos que decidieron no pasar desapercibidos. Ni consigo mismo ni con el resto de personas con los que se juntaban. Se arriesgaban a ser pillados y tener que contar, pero aspiraban a lo máximo, a salvar a sus compañeros.

Desconozco quién inventó el escondite, lo reconozco. Y también desconozco cuál es la edad permitida para poder jugar.

Lo único que sé es que cada vez más gente se para en los colegios. Y todo el que se para acaba obteniendo lo que quiere. El que se para porque añora el pasado, una vida con poco problemas y feliz, emprende su marcha con el convencimiento claro de que en su mano está cambiar y alcanzar todas sus metas.
Y luego está el que se para por gusto, para saborear lo bien que se lo pasaba y lo bien que se lo pasa gracias a esa filosofía. Puede que este último sea el que más palos ha recibido a lo largo de la vida pero sin duda cada victoria le habrá sabido a gloria, a ser el mejor escondido, a salvar a todos sus compañeros y en definitiva a ser jodidamente feliz!



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