Te escribo desde tu habitación.
Tal y casi como la dejaste.
Tal y casi como te la vas a encontrar cuando vuelvas.
Te escribo desde tu habitación.
Ese espacio donde aún susurran Rayden, pasando por Andrés Suárez y Rulo hasta llegar a Sidecars.
Bueno, ahora más bien es una colección de complementos de Harry Potter.
Aun así solo la uso para hablar de ti.
Desde tu silla.
Desde tu escritorio.
Desde tu cama.
La verdad es que parece más pequeña ahora que no estás.
Todo parece más pequeño ahora que no estás.
Me faltan tus abrazos.
Tus domingos cargados de semana.
Tus cosas.
Tu música.
Tu ruido.
Tu compañía.
Incluso algún día me daré cuenta de que todo esto no era para mí, que solo era parte de un sueño llamado Tú.
Tú.
Mi corazón pasa por delante de tu puerta y aún no se atreve ni a mirar.
Mi mente vive a base de toneladas de mentiras piadosas, haciéndole creer que de nuevo estás en unos de tus viajes y que volverás.
Reconozco con la sinceridad de los suicidas que tus recuerdos por mucho que se alejen se me hacen más enormes.
Y que para escribirte, describirte y prescribirte ya no me hace falta ni siquiera la palabra compañía.
Me levanto siendo consciente que estás al otro lado de algo y yo más lejos de tu influencia y de la jurisdicción de tu sonrisa...
De momento sé que le debo al destino una copa en alguna barra de bar por la oportunidad que me brindó, la oportunidad de saber que existías, la oportunidad de haberte...
Y que sin ningún ápice de duda te prefiero a ti con tu locura que una vida de cordura.
Porque como tú sabes, las estrellas brillan con luz propia, son nítidas sin concesiones, sin paliativos. Así, tal cual.
Capaces de atravesar la oscuridad y crear vida. Capaces de dar calor y de arropar. Por eso son tan bonitas. Y tan raras. Y tan fungibles. Y tan especiales. Y, sobre todo, tan INOLVIDABLES.
Y bueno, echo de menos hasta poder llamarte bicha desde la otra punta del pasillo.
Apagarte la luz del baño.
O ver el atardecer desde nuestro rincón.
Coleccionar privés.
En definitiva, sin quererlo dibujaste una línea con un antes y un después.
Y saberse lejos de ti es lo más amargo que tengo, pero de todas las amarguras quizás esta sea la mejor.
Te escribo desde tu habitación.
Tal y casi como la dejaste.
Tal y casi como la vas a encontrar cuando vuelvas.
Porque volverás, ¿verdad?
Tal y casi como la dejaste.
Tal y casi como te la vas a encontrar cuando vuelvas.
Te escribo desde tu habitación.
Ese espacio donde aún susurran Rayden, pasando por Andrés Suárez y Rulo hasta llegar a Sidecars.
Bueno, ahora más bien es una colección de complementos de Harry Potter.
Aun así solo la uso para hablar de ti.
Desde tu silla.
Desde tu escritorio.
Desde tu cama.
La verdad es que parece más pequeña ahora que no estás.
Todo parece más pequeño ahora que no estás.
Me faltan tus abrazos.
Tus domingos cargados de semana.
Tus cosas.
Tu música.
Tu ruido.
Tu compañía.
Incluso algún día me daré cuenta de que todo esto no era para mí, que solo era parte de un sueño llamado Tú.
Tú.
Mi corazón pasa por delante de tu puerta y aún no se atreve ni a mirar.
Mi mente vive a base de toneladas de mentiras piadosas, haciéndole creer que de nuevo estás en unos de tus viajes y que volverás.
Reconozco con la sinceridad de los suicidas que tus recuerdos por mucho que se alejen se me hacen más enormes.
Y que para escribirte, describirte y prescribirte ya no me hace falta ni siquiera la palabra compañía.
Me levanto siendo consciente que estás al otro lado de algo y yo más lejos de tu influencia y de la jurisdicción de tu sonrisa...
De momento sé que le debo al destino una copa en alguna barra de bar por la oportunidad que me brindó, la oportunidad de saber que existías, la oportunidad de haberte...
Y que sin ningún ápice de duda te prefiero a ti con tu locura que una vida de cordura.
Porque como tú sabes, las estrellas brillan con luz propia, son nítidas sin concesiones, sin paliativos. Así, tal cual.
Capaces de atravesar la oscuridad y crear vida. Capaces de dar calor y de arropar. Por eso son tan bonitas. Y tan raras. Y tan fungibles. Y tan especiales. Y, sobre todo, tan INOLVIDABLES.
Y bueno, echo de menos hasta poder llamarte bicha desde la otra punta del pasillo.
Apagarte la luz del baño.
O ver el atardecer desde nuestro rincón.
Coleccionar privés.
En definitiva, sin quererlo dibujaste una línea con un antes y un después.
Y saberse lejos de ti es lo más amargo que tengo, pero de todas las amarguras quizás esta sea la mejor.
Te escribo desde tu habitación.
Tal y casi como la dejaste.
Tal y casi como la vas a encontrar cuando vuelvas.
Porque volverás, ¿verdad?