Pero no saben nada de nada. Ni la cara ni el nombre, aunque a estas alturas eso sea lo de menos. Fliparían como haces reír a la gente, alucinarían con tu saber estar y no pararían de vacilarte por culpa de tu ingenuidad y tu pasividad.
En ocasiones no me extrañaría que se sorprendieran con tus caras de circunstancias y tus salidas, pero acabarías contrarrestándolo con ese guiño conciliador.
Demasiado bonito no? Querrán saber de ti más. Y explotaran el invento de las redes sociales para hacerlo. Fingirás ponerte seria y remangarte la camisa para contarles tu vida. A la mitad del relato tendrás al chulo enamorao, al tímido expectante y al típico que pasa desapercibido preguntándose porqué no te ha conocido antes. También tendrás tu batalla particular para defenderte de tu pasado farandulero con el romántico de turno. Lo convencerás a tu manera, diciéndole que solo quien busca a su loca entiende sus locuras pasadas, al menos así me convenciste a mí.
Agrandarás tu candidatura con los detalles. Esas "pequeñas cosas" insignificantes que terminan por decantar la balanza. Tales como disfrutar contigo de fiesta, participar en planes desconocidos, complementar un clasicazo de cine con la mayor mierda de música o tomar el sol en diciembre.
Y a pesar de todo esto, seguirán sin saber de ti. En el colegio nos enseñaron que las frases han de terminar con puntos. Tú, por lo que sea, cambiaste los puntos por la sonrisa. Y no una cualquiera. Y tampoco solo de un tipo. Un bufet de sonrisas difíciles de negar, difíciles de no contagiar.
Y por último y lo mejor para mí, un egoísta de los pies a la cabeza, se cruzaran contigo por la calle y no sabrán que eres tú. Y sé que me tocará compartirte, perderte alguna vez y probablemente olvidarte.
Y cuando eso ocurra, seguiré estando igual de tranquilo que esta noche. Porque el tiempo, las noches y el insomnio me han enseñado que la forma en que se de ti, es por definición, irrepetible.