Algunas veces, los tópicos se convierten en prejuicios. Me
sorprende la gente que el día de su aniversario tiene un sabor agridulce porque
piensa que se hace más mayor, menos útil, más torpe y menos capacitado. Se nos
hace duro cumplir años. Un número más, la depresión de cambiar de década, la
incertidumbre de nuestra salud venidera y el pensar que hemos agotado un año
más de vida.
Yo, hace unos días cumplí años. Avancé un poco más en la
década veinteañera. Esa que dicen ser la mejor de la vida, aquella que se añora
y se recuerda tanto en las posteriores. Como todo lo pasado, creo. ¿Quién no
recuerda con nostalgia sus años del colegio, sus amigos de la infancia, sus
vivencias pasadas?
Lo cierto es que nos cuesta sacar el lado positivo de las
cosas. ¿Por qué nadie piensa que el paso de los años nos hace más mayores pero a
la vez más grandes? Con más fracasos y victorias a nuestras espaldas, más
experiencia y más ganas de afrontar esta vida que está hecha para valientes.
Creo que cumplir años es genial. Sirve para reencontrarse
con personas que se acuerdan de tu cumpleaños y con los que la excusa nos sirve
para preguntarles cómo les va, qué hacen y recordar alguna vivencia juntos.
También para pasar un día rodeado de los que te quieren, que les quieres y que
te han visto crecer, tu familia. Algún materialista dirá que también sirve para
pillar algún regalo o algo de dinero, que a todos nos viene bien, pero eso es
lo de menos. Lo principal es darnos cuenta de la gente que se acuerda de
nosotros, que está ahí y que no se han olvidado que en este día somos un poco
más viejos.
Y ya que removemos la conciencia, ya que ahondamos un poco
en nuestro pasado, también podemos utilizarlo para recapacitar y pensar cómo
hemos cambiado, cómo hemos evolucionado, cómo han pasado los años en nosotros.
Si estamos pasando por la vida o la vida está pasando por nosotros. Si estamos
jugando a vivir o estamos viviendo en el juego. En este juego de no para de
avanzar que es la vida. En esa esencia de no dejar de soñar para no dejar de
vivir.
Permítanme la banalidad de agotar nuestro tiempo si lo hemos
aprovechado. Como manifestaba Franklin: “Si amas la vida no desperdicies el
tiempo, porque es la sustancia de la que está hecha”.
Así que, olvidémonos de los tópicos de cumplir años, de esos
prejuicios. Celebremos que estamos aquí, que vinimos para vivir, no para
quedarnos. Demos gracias a la vida por lo que hemos pagado, por lo que nos ha
quitado y por aquello que nos ha regalado. Riámonos de la muerte, de los años y
de las arrugas. Porque si lo hacemos así, al final de nuestros días nos daremos
cuenta de que cumplir años no era tan malo.